jueves, 12 de julio de 2012

La escuela y la familia hoy.




En esta investigación buscamos dar un enfoque  sobre la situación en la cual se encuentra la familia en la actualidad y  el desafío que  comprende la institución de la escuela en suplir  las funciones que ha dejado de tener  la familia como unidad de formación y educación del individuo.

Los cambios operados en la familia hay que situarlos en el contexto de mutación histórica que estamos viviendo: la globalización, la revolución tecnológica y el nuevo papel de la mujer en la sociedad.

¿Está la escuela en crisis? ¿O está la familia? ¿O están las dos?

La familia ha delegado su función educadora y socializadora, convirtiendo a los centros de enseñanza en la institución total, asumiendo ésta tanto la formación integral de la persona como el desarrollo cognitivo y cultural, pero el problema de fondo es la falta de voluntad política para afrontar el cambio que viene reclamando, desde hace mucho tiempo, la vieja estructura organizativa de nuestra escuela.

Para la elaboración de esta investigación procederemos a la obtención  de información médiate la recolección de datos a fines en los distintos medios de comunicación tanto escrito como digitales sobre la evolución de la familia y el rol socializador de la escuela en la modernidad.


La globalización en la modernidad a provocado cambios centrales en la organización y estructura de hogares por lo que la escuela a comenzado a suplir funciones que antes eran llevadas a cabo por la familia y mientras aumenta la descomposición de la institución familiar las escuelas suman mayores jornadas extras a sus programas para tratar de  brindar esa función de contención y formación al individuo durante la etapa de formación escolar.


En nuestra sociedad plural y compleja, marcada por una carencia axiológica en su cartografía, la familia y la escuela son las dos únicas instituciones que todavía ejercen funciones de contención. A pesar de los cambios profundos que se han producido en ambas instituciones, y el papel compartido que se ven obligadas a desempeñar en la socialización de las jóvenes generaciones, todavía hoy siguen siendo insustituibles para la incorporación de los “recién llegados” a nuestra sociedad. Si bien la familia aparece en primer lugar como estructura de recepción, la escuela puede y debe ejercer también esta función. El individuo de nuestros días ha de “habérselas” en un medio sacudido por la sobre aceleración del tiempo y su vivir cotidiano se interpreta en una férrea partitura de la que existen escasas posibilidades de salida. En estas circunstancias, la familia y la escuela pueden ser, todavía, para las jóvenes generaciones el lugar del diálogo, del reconocimiento y de formación.

La escuela ha sido vista tradicionalmente como agente socializador, transmisor de saberes y su función de acogida está ausente en el discurso sobre la misma. Los presupuestos antropológicos y éticos que están en la base del discurso educativo no lo han hecho posible. La imagen del hombre que se fraguó en la Ilustración, que la filosofía kantiana recoge en todas sus versiones, nos ha dado una interpretación del ser humano individualista que se realiza, principalmente, en el desarrollo de su potencialidad cognitiva. El cultivo de la razón, el despliegue del pensamiento han sido los objetivos que han “ocupado” la atención en los procesos de enseñanza. Esta imagen idealista, cognitivista del ser humano ha condicionado la reflexión y la práctica educativas.  La explicación del hombre en sí y desde sí no ha hecho posible otra interpretación del mismo como realidad abierta que realiza su existencia con el otro, para el otro y por el otro.

La contención está en el núcleo mismo de la educación, pertenece a su esencia. La relación más radical y originaria que se establece entre educador y educando no es la relación técnica-profesoral, sino la relación ética que se traduce en una actitud de sujeción y en un compromiso con el educando de hacerse cargo de él. “En la relación educativa el primer movimiento que se da es el de la acogida, de la aceptación de la persona del otro en su realidad concreta, en su tradición y cultura, no del individuo abstracto... Y esta relación ética es la que hay que salvar, si se quiere educar y no hacer “otra cosa” Educar es acoger al otro, asumir la responsabilidad de ayudar al nacimiento o alumbramiento de una “nueva criatura” Si el ser humano, desde el punto de vista antropológico, necesita ser acogido y encuentra en la familia el lugar-espacio más adecuado, la escuela también puede ser un espacio idóneo para la acogida, si se decide a educar.


CONCLUSIONES

Familia y Escuela tienen funciones sociales diferentes, pero complementarias. Ante la complejidad del mundo de hoy han de unir sus esfuerzos para lograr superar las dificultades que se les presentan porque en última instancia su razón de ser está en función del protagonismo del niño en su tarea educadora.

Esta época presenta un nivel de exigencias a la educación familiar y escolar que reclama la preparación y formación de un nuevo estilo educador  basado en un aprendizaje para vivir en comunidad, a la que padres y profesores están llamados a responder con el compromiso de participar en esta tarea común, cada uno desde su ámbito de conocimiento y experiencia para atender a las necesidades afectivas, cognitivas y sociales de los niños y todos los implicados en la comunidad educativa.

Es necesario, abrir las ventanas a la historia de una nueva concepción de la familia y la escuela en su tarea educativa. Ambas instituciones, requieren una reestructuración estructural y cognitiva, una modificación y adaptación a un nuevo estilo de educación y una actitud abierta a la formación de los alumnos orientada a una educación para la vida comunitaria.

Cuando el niño vive en el hogar los valores comunitarios de participación y comunicación puede transferirlos a otros contextos.


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